La Casa Milà es un reflejo de la plenitud artística de Gaudí: pertenece a su etapa naturalista(primera década del siglo XX), periodo en que el arquitecto perfecciona su estilo personal, inspirándose en las formas orgánicas de la naturaleza, para lo que puso en práctica toda una serie de nuevas soluciones estructurales originadas en los profundos análisis efectuados por Gaudí de la geometría reglada. A ello añade el artista catalán una gran libertad creativa y una imaginativa creación ornamental: partiendo de cierto barroquismo sus obras adquieren gran riqueza estructural, de formas y volúmenes desprovistos de rigidez racionalista o de cualquier premisa clásica.
La fachada goza de singular libertad creativa, gracias a que no constituye un elemento estructural. Su diseño ondulado, que evoca las olas del mar, provoca grandes contrastes de claro oscuro, según vaya transcurriendo la luz del día. Esta innovación de dinamismo en las formas, rematada por balcones de hierro forjado y decorados con motivos abstractos, hace que la gran construcción adquiera una personalidad propia y diferenciada.
Sus interiores respetan la misma línea orgánica, funcional, con una comunicación fluida. El arquitecto catalán cuidó cada detalle, y tanto los suntuosos vestíbulos como las dos grandes escalinatas ubicadas en el acceso principal, están decorados con pinturas murales de motivos ornamentales y temas mitológicos.
Otro espacio que constituye una obra maestra es la azotea. Con formas ondulantes, las chimeneas recubiertas cuidadosamente con fragmentos de cerámica se yerguen con apariencia humana.
Es un gran monumento que espero visitar algún día
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